domingo, 12 de abril de 2020

EL RATÓN (relato de 1.990)

Acababa de llegar de la calle. Eran las doce de la noche, y había estado tomando unas copas con Celine, la francesita que conocí en el grupo de francés. Al abrir la puerta de la cocina, comprobé que un bulto negro se movía patosamente al final de la habitación, y corría desesperadamente buscando un lugar donde esconderse. Lo había sorprendido infraganti, saboreando unos restos de nuez que cayeron al suelo mientras comía con Lolita, esa misma tarde.

Soy un poco corto de vista, y aquella manera de correr no me sugería nada. Al acercarme, comprobé que se trataba de un RATÓN. El pobrecillo, pensaba que en aquella esquina estaría a salvo, sin saber que yo lo vigilaba para no perderlo. Me preguntaba, cómo me vería él desde ahí. "Un monstruo que se acerca, !un humano!".
Lentamente, empuñé la escoba que guardaba en la habitación de los productos de limpieza como si se tratase de mi "boken" japonesa particular.
Sí, esa no era la forma en la que corren los ratones. Supe enseguida, que había probado el exquisito plato que preparé para ellos: veneno contra los roedores. No me fue difícil inutilizarlo, después de haberlo perseguido por toda la cocina.
-!HIIIII...!, -el ratón-
Le di un golpe, y otro, y otro, y otro... el desgraciado no moría. Le había dado mal. Ahora, herido de muerte en la cabeza, daba pequeñas coces con todas sus patitas a la vez. Los calambres de la muerte. Finalmente, inutilizado por completo, me decidí a darle el golpe de gracia. Imaginé mentalmente el recorrido del golpe y lo miré con desprecio. Su cabecita... aplastada contra el suelo de la cocina.Todo él bañado en sangre. Por fin, se quedó quieto, era una imagen realmente grotesca.

Jamás pensé que pudiera hacerlo, y aunque parezca lo contrario, los ratones me dan asco, son repugnantes. Pero este estaba allí, tan quieto... y ahora un instinto asesino se apoderó de mi. Era como si un sentimiento desconocido hubiera estado esconcido en lo más profundo de mi ser, esperando aflorar a la superficie.

Después de limpiar todo aquello, y tirar el ratón a la basura, me entró un sentimiento de satisfacción plena. Me tumbé en la cama, y mirando al techo pensé que aquella había sido una experiencia excitante... supe que repetiría una vez más.
pero ahora... no me conformaría con un simple ratón,... no.